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Potery By Melissa Nungaray : Popular young poet of Mexico

Melissa Nungaray

Semblanza:

Melissa Nungaray (Guadalajara, Jalisco, 1998) estudió Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Autónoma del Estado de México y actualmente estudia una maestría en Humanidades-Estudios Literarios en la misma institución. Es fundadora y directora de la revista En la Masmédula, un proyecto dedicado a la difusión de la literatura contemporánea. Ha publicado varios libros de poesía, entre ellos: Raíz del cielo (Secretaría de Cultura de Jalisco/Literalia, 2005), Alba-vigía (La Zonámbula, 2008), Sentencia del fuego (La Cartonera, Cuernavaca, Morelos, 2011), Travesía: Entidad del cuerpo (La Zonámbula, 2014), El cielo cae a voces (Secretaría de Cultura y Turismo del Gobierno del Estado de México/Universidad Autónoma del Estado de México, 2023) y la plaquette El cuerpo descansa en algún lugar (La Tinta del Alcatraz, 2022). Algunos de sus poemas han sido traducidos al italiano, inglés, uzbeko, kannada y griego.

Sabiendo que estarías esperé

hasta que el sol me inmolara en su reflejo.
Ahora y para siempre bajo tus pasos
que alimentan a la estepa de silencio.
Yo, que no sé lo que soy, hablo contigo
y me repito y repito lo que dices
y vuelvo a hablar nuevamente de lo mismo,
repito y repito cada una de las palabras
para hablar a solas lo que de ti escucho.
Y las palabras no se agotan y las palabras vienen
y se repiten y repiten, repito lo que dices,
casi igual casi nada repito de lo que hablo
y vuelvo y vuelvo para decirte lo que no sé.
No tengo miedo de decírtelo, no tengo miedo,
yo sé que tú sí me escuchas cuando hablo,
háblame, háblame, habla conmigo, habla.

Hablo conmigo lo que hablé contigo

y repito lo que no he sido para nunca ser.
Si no dijera nada sería lo que no hemos hablado.
Hablo contigo para escribirme, para ser como tú,
tú que sí me escuchas cuando te hablo.
Y las palabras se van y las palabras vienen
aquí donde no estás para que yo te hable.
Repito lo que pude haberte dicho y no te dije,
repito lo que nunca debí decirte y no escuchaste,
repito la azul ofrenda de un vaso lleno de ojos,
repito aquello que supe que no escucharías,
repito hasta el cansancio el yo que me doblega
para que hable conmigo y contigo, tú, que no estás,
tú, que aún no existes, tú, que aún eres pensamiento de Dios.
Mírame, estoy a tu lado contándote lo que seré
cuando la brizna alcance el cuerpo del estallido.


Ojo de agua que fluye en mis manos

que se mira y nos mira en el túnel silente,
como pólvora de un llano esparcido en el recuerdo,
como engranaje derruido por la incertidumbre,
como piedra imposible que flota aún en estanques vivos,
como la sombra en polvo estertor que retorna
y resuena en los campanarios floridos del desierto.
¿Adónde el comienzo?
Adentro escucho que el libro se abre,
yo soy el comienzo que me inscribe,
la hoja en blanco que se planta.
Viajo hacia la noche que me inventa,
¿qué seré del recuerdo que me ha vivido?
Adentro escamas de tiempo
y la casa golpea el tambor de las horas
y la casa se inunda y nadie me cree
y la casa me expulsa de sus pasadizos
y la casa cubre mis pasos con palabras
y la casa caparazón de la ira rompe el vaso
y la casa zigzaguea las huellas de lava
y la casa explota por el techo de estrellas
y la casa rebota y pasa de una nube a otra
y la casa crece en su humedad estelar
y la casa chirría entre los limoneros de la sombra
y la casa regresa a mí cuando no hay nadie
y la casa debajo de mi almohada crece
y la casa llena de dientes siembra imágenes
y la casa es un patio de pelota que abduce
y la casa que no soy está aquí deshabitándome
y yo, que no soy lo que me ha vivido, entro a la casa
y marabunta a los pies del crepúsculo
y los árboles sueñan el fluir de quien camina
a las orillas del comienzo, allá donde todo regresa.
En la salida está la entrada del túnel de palabras,
viajo hacia la noche de un cuerpo que me mira
en el espejo de una sombra perdida en su reflejo.
Y el micrófono deambula por las calles
y salgo a buscar a las preguntas
y entro al universo de los peces que roen madera
y yo, que no sé lo que digo, escribo el canto,
aquí hasta el borde del vacío.
Tequila, Popocatépetl, Xinantécatl
en los rollos de la palma astronómica,
palimpsesto telescópico del campo:
graznar de patos, croar de ranas, balido del rebaño,
rumiar del techo, bufa y resopla, olas a la orilla,
aleteo cascada, luz contratenor, branquias de ninfa,
ululato carnívoro, tempestad de truenos en la mazorca.
En pirámides concéntricas las voces descienden,
memoria katún que rompe cada roble.

Y yo, que aún no me he vivido, entro a la casa,

habito los escombros que inscriben el presente.
Las manecillas adelantan el ojo del cielo
y caen las palabras en el patio de pelota.
Ventana que capta la humareda,
pliego de pieles encendidas
debajo del siseo tarántula de los sauces.
La rosa escorpión y el caballito de diablo
rozan la superficie del silencio: corazón colibrí,
ginkgo biloba en estradas mántricas,
adentro, muy adentro de la noche,
encrespada sepultura que escribe mi epitafio:
El canto canta en mí
donde palpitan los sentidos de Nadie.


 

Del libro El cielo cae a voces (Secretaría de Cultura y Turismo del Gobierno del Estado de México/Universidad Autónoma del Estado de México, 2023).

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